Los hombres representan
todos los papeles, aunque los textos
cambien, y traten sobre guerreros,
mujeres, locos o demonios. Y cambien
los cortinados. Y las exigencias
musicales.
Todos los papeles.
Y ésta es apenas
una anécdota sobre
teatro japonés.
Un viento caliente azota sus piernas;
la dinámica precisa entre convicción y poética
y la manera de descomponer
Unos pilares inalterables, eternos
casi. Y en la base de todo, descomunales
vasijas de barro enterradas, cuya invisibilidad
de siglos de resonancia, familiar autoridad
a las voces masculinas, a sus pasos
certeros, a las canciones sobre
odio viril, celos y batallas.
Lo personal es político.
Territorios inventados en donde lo plural es una búsqueda simbólica
y el pulso creativo no se detiene nunca
La monotonía del ritmo
es también
masculina.
Lentos, suben y bajan
los pechos sudados bajo
taciturnas vestimentas de gala.
Militar en el signo.
Lo que desarma por fuera de la normativa,
lo que transita
y está siendo
El grado de humanidad
dependerá del deslizamiento
del cuerpo a través de los escrupulosos
laberintos que dibuja
el aire entre la flor y el estilo.
Condensar:
pura explosión de sentido en el artefacto
No hay cambio tampoco en la miscelánea:
indefectiblemente la mujer cae
en la locura por celos
o muerte de lo amado.
¿Cuánto nos comprometemos
con la propia historia personal?
A cada máscara
su nombre
Los fragmentos en cursiva pertenecen a su libro El acuerdo (2012), de Macky Corbalán.