Visiones del Territorio – Episodio 9

Compartimos con ustedes semblanzas del terruño, formas personales de pintar la aldea.

Hoy: Ariel Román

Ir hacia Zapala es ir a la paz. No es necesario explicarlo, sólo debemos modificar nuestra perspectiva, brindar una mirada que pueda verse al reverso, sin miedo. Ser parido en esta tierra significa tener un compromiso muy grande con la supervivencia en climas hostiles, el hastío y el aburrido discurso de que aquí poco crece y todo muere en silencio. Y yo, como crecimiento inescrupuloso de su (mi) tierra, no pretendo morir en silencio.
El viento zapalino es en verdad un espíritu hambriento de contar historias; no reniegues si, intenso, te busca en cada rincón del territorio. Escucha lo que dice, tiene una sabiduría extraña, pero enriquecedora. Su aliento, que parece mortal, puede eliminar los males ancestrales que cargas encima, y no pedirá nada a cambio, sólo ser oído.
Si tuviera el poder de crear algo interminable, sería el acuífero. El agua de mi tierra es la más pura del mundo. Probablemente de todos los mundos que se conozcan en la actualidad. Un sorbo cura la sed interminable, alivia los ardores corporales y mentales, y puede durar cientos de años (que esto no permita su mal uso).
A un lado nos cubre la cordillera, una gigante dormida que nos brinda las heladas más tremendas que podrías experimentar. Sus hermanos pequeños, los volcanes, sigilosos dormilones, cada tanto asustan con sus gritos y suspiros milenarios.

Ariel Román

En: Poesía del Centro de Neuquén AAVV (2024), Centro Editor, CeDIE, CPE.


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