Lecturas en pandemia

El A.S.P.O. (Aislamiento Preventivo Social Obligatorio) que tuvo lugar a partir del mes de marzo del año 2020 causado por la pandemia  provocó consecuencias en todos los órdenes de la vida. En cuanto al encuentro entre las personas, los vínculos sociales, estos se vieron cercenados, y la frase que aún hoy resuena es la de “distanciamiento social”. Recién ahora, un año y medio después de iniciada la cuarentena, vamos poco a poco recuperando ritmos e intensidades a los que estábamos habituados antes del inicio de la pandemia. Nos interesa preguntarnos qué pasó en ese contexto con la lectura. Los sentidos que ésta ha adquirido se nos presentan como relevantes, ya que mediante la lectura se hacen posibles ciertas aperturas hacia el exterior.

Ya nos hemos referido a la reciente adquisición del volumen Lectura y pandemia, última publicación del pensador Roger Chartier. En ese texto, el autor afirma que la lectura es “una práctica cuyo ejercicio depende sus condiciones de posibilidad, distribuidas de forma muy desigual en cada sociedad, lo que crea una dificultad a la hora de hacer diagnósticos sobre las lecturas en tiempos de pandemia” (2021: 12). Nos encontramos atravesando un contexto de cambios profundos; un contexto de crisis. Y en relación a esto, recordamos las palabras de María Teresa Andruetto en el volumen La lectura, otra revolución, que puede consultarse en el CeDIE. En él, su autora, con palabras más que certeras enuncia que “mientras más difícil es el contexto, más necesario es mantener espacios para el ensueño, el pensamiento, la humanidad…” (2015: 94).

¿Y qué ocurre con las bibliotecas en este contexto? En tanto espacios de intercambios, nos preguntamos ¿cuáles intercambios han sido posibles durante el confinamiento al que nos llevó la pandemia? Recuperaremos, entonces, la experiencia de la biblioplaza, un espacio público que durante el año 2020 se vio transformado, debiendo adaptarse a la virtualidad. ¿Cómo es posible que un espacio pensado para desarrollarse en una plaza se adapte al medio virtual? Nos dice una integrante de la biblioplaza en una entrada del blog:

A través de un grupo de Whatsapp llamado “Lecturas previas”, acordaron un encuentro semanal sincrónico por el que circularon consignas de lectura y escritura, dibujos, fotografías, voces nuevas que aunque desconocidas, al encontrarse amparadas por la palabra literaria, se hermanaban, agradecidas por no dejarse solas estando aisladas.

¿Y qué habrá ocurrido con aquellas personas que debieron dar sus primeros pasos en el mundo de la lectura en ese contexto? Conocemos la historia de Camilo, un niño de tres años que durante la cuarentena tuvo acceso a las cajas de aula de nivel inicial, enviadas por el Ministerio de Educación de la Nación a las bibliotecas escolares de nuestro país hace varios años. Durante la cuarentena, Camilo se relacionó con esos libros; sus padres funcionaban como mediadores de lectura. Y de un día para otro, su padre lo encontró “haciendo que leía”. Pero efectivamente estaba leyendo, es decir, había aprendido a leer. Escena que nos muestra cómo los entornos amables contribuyen en el aprendizaje de la lectura. En su libro Pedagogía del nivel inicial: mirar el mundo desde el jardín, Daniel Brailovsky hace referencia al “haber aprendido sin darse cuenta”, es decir, al aprendizaje que ocurre en situaciones ajenas a la escolaridad. Volvemos nuevamente a Chartier, que advierte que “Debemos resistir la tentación de proyectar la experiencia personal como si fuese compartida y general” (2021: 13)

Referencias bibliográficas

Andruetto, María Teresa, La lectura, otra revolución, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2015.

Brailovsky, Daniel, Pedagogía del nivel inicial. Mirar el mundo desde el jardín, Buenos Aires, Noveduc, 2020.

Chartier, Roger, Lectura y pandemia. Conversaciones, Buenos Aires, Katz, 2021.


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