¿Recuerdas
la mirada de agosto? (p. 9)
Invierno, primavera, verano, otoño… y otra vez primavera. Las estaciones se suceden incasablemente. Es principio de agosto y nuestra ciudad ya siente ese viento característico, que agrieta la piel. Recuerdo unos versos que leí en mi adolescencia: “el infinito es / sencillamente / un agrio viento frío / que eriza las mucosas / la piel / y las metáforas”. Un momento después, recuerdo a quien pertenecen… Mario Benedetti, el poeta uruguayo.
A causa del viento, me refugio en los estantes de la Biblioteca Ambulante “El árbol de lilas”. Encuentro una lectura que, creo, tiene que ver con la primavera. Tal vez sea por las ilustraciones de la tapa y de la contratapa. Quizá sea a causa de su título: Mariposa del aire, editado por Colihue.
El libro recopila poemas de Federico García Lorca. Curiosamente, uno de ellos se titula “Canción primaveral”. Las suposiciones previas a la lectura de un texto tienen valor, lo corroboro cuando encuentro este poema. Por los versos del poemario transitan caracoles, el bullicio de quienes salen alegres de la escuela, flores que se agitan con el viento, sonido de hamacas, sauces que lloran.
Pienso: la experiencia de lectura de este poemario en la escuela puede aprovecharse bien durante la primavera, cuando los ojos de lectores y lectoras se abren de un modo que en invierno no se abrían, ojos que florecen, como todo lo que florece en primavera. Después del silencio de invierno “donde resbalan valles y ecos” (p. 28), todo en primavera parece resucitar:
La luna está muerta, muerta;
pero resucita en la primavera
(p. 54)
Pero es principio de agosto; aún es invierno. El cielo está gris. Seguiré indagando en cada poema. Tal vez en septiembre, ese mes extraño en que el viento fuerte sopla aún más fuerte, cuando “la tarde equivocada / se [vista] de frío” (p. 46), la Mariposa del aire me acompañará mientras me guarezco del infinito.