Semana de la memoria: Nido Vacío

Compartimos con ustedes el cuento Nido Vacío, de la escritora neuquina Laura Tores.

Era una fría mañana sin sol. En el estanque, una mamá cisne lloraba porque alguien había sacado su huevo y se lo había llevado.

Mamá cisne despertó y se encontró con su nido vacío… entonces, conoció el dolor. Lo conoció en toda la amplitud de lo que significa. Supo que el dolor no es amargo, como dicen, sino salado. Porque lloró hasta la última lágrima que pudo producir su cuerpo. También aprendió el color del dolor: es gris azulado. Pudo verlo esa mañana, cuando el sol no se animaba a asomarse por vergüenza y la luna se sentía triste. El dolor fue, para esta madre, pesado, áspero y solitario.

La mamá cisne emprendió la búsqueda de su huevo sin descanso… recorrió lagunas y estanques vecinos y descubrió, con sorpresa, que otras madres también tenían sus nidos vacíos. Supo que el dolor, aunque sea compartido, no duele menos. En un árbol que estaba junto a una laguna se encontró con otra mamá que también buscaba su huevo. Era una mamá gansa; a partir de entonces comenzaron a caminar juntas, preguntando por aquí y por allá.

Al cabo de un tiempo, era un grupo muy grande de madres que buscaba sin descanso. Recorrían lagos, estanques, granjas y planicies. Preguntaban por todos lados. Las había de todos colores y tamaños. Había mamás patas, loras, pavas, gansas y gallinas, y a todas les había desaparecido su huevo. Buscaban a sus hijos e hijas… y aunque todas estas madres eran diferentes, tenían algo en común: fuerza, valor y un amor incondicional.

Cansadas de la indiferencia, pero sabiendo que mientras se tuvieran las unas a las otras no estarían solas en su búsqueda, decidieron enfrentar la tarea de otra forma: comenzaron a reunirse un día por semana en la plaza central del pueblo. Eligieron el jueves. Allí, por aquella plaza, pasaban todos los días muchos animales: perros policías, cerdos, caballos, ovejas, vacas y muchos más.

Cuando las madres se reunían, cantaban. Era el canto de las madres llamando a sus hijos e hijas.

Los animales que las veían cuchicheaban entre ellos. Algunos estaban a favor de su búsqueda. Otros pensaban que estaban locas y que pronto se cansarían. Pero eso nunca pasó.

La lucha de las madres se hizo famosa. La historia de estas valientes e incansables guerreras se propagó a tal punto que en otras plazas también hubo madres que comenzaron a reunirse… eran tantas, que podía escuchárselas cantar llamando a sus hijas e hijos.

Un día, la historia de las madres que buscaban a sus hijos llegó a los oídos de un pequeño cisne. Le llamó mucho la atención, y de pronto recordó su infancia y cómo había sido que él fue cobijado por la familia Pato. Y pensó que, tal vez, él podía ser uno de los que dejó un nido vacío.

No lo dudó: fue a su casa y se despidió. La señora Pato sabía que no volvería a verlo, pero lo entendía.

Entonces voló… voló y dejó que su corazón lo condujera hacia el Canto. El Canto de las Madres que tan incansablemente habían esperado por volver a abrazar a sus hijos e hijas.

Nido vacío de Laura Marcela Tores

Ilustraciones de Paulina Rufrancos


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