“No te pronunciaré jamás, verbo sagrado”: así decía el verso del enigmático poema de Orozco que me cautivó durante muchos años, del volumen Eclipses y fulgores, una antología que había encontrado yo en mi casa alrededor de los quince años. Los versos que recuerdo corresponden al poema “Con esta boca en este mundo”, del poemario del mismo nombre de 1994.
Muchos años después de la lectura de aquel volumen supe quién era la poeta, y aprendí a contemplar sus versos, con los que no lograba conectar en esos años de primeras lecturas, versos infinitos, “episodios oscuros donde hay fieras ocultas y algún otro es el rey / y uno es un fugitivo debajo de la piel” (p. 360). Supe también de ella en los magistrales Diarios de Pizarnik, que llegarían más tarde. Y luego vinieron los documentales, sus entrevistas impresas y televisivas, y querer acceder a Olga, y no poder hacerlo realmente, en sentido estricto, y quedar atrapado, anonadado frente a sus poemas, “como si aprovechara toda [su] oscuridad para existir” (p. 421).
“Olga madre de muchos”, me dijo una amiga poeta cuando le comenté que una tarde en que intercambiábamos mensajes de texto había estado leyendo poemas de Olga Orozco, y le dije que me parecían como piedras, por lo pesados, en el sentido de densidad lírica.
Ahora me encuentro con esta Poesía completa en los estantes de la Biblioteca Ambulante “El árbol de lilas”. Toda aquella persona que esté asociada al CeDIE podrá llevar el volumen y conocer a esta gran poeta nuestra, oriunda de La Pampa. El año pasado acerqué poemas de Olga a estudiantes de segundo año de nivel medio. Y no me pareció desatinado, sino todo lo contrario, cuando luego de la lectura de no recuerdo cuál poema dije el nombre de la poeta, Olga Orozco, y uno de ellos retrucó, “Olga Horóscopo”.
Pablo Iglesias