No es mentira que Neuquén ha sido escrita como un sueño. Estas tierras nacen a partir del cruce de trazos que la narran en su origen. Grafías tramadas en lunas antiguas confluyen en aguas de lo singular…
Presentamos una nueva forma de leer Neuquén: a través de la narración en tiempo presente de las aventuras que la palabra fue tramando en el devenir destas tierras. Te invitamos a recorrer el territorio de una manera singular, como si fuera escrito para desentrañar miradas de lo posible.
SOBRE LA INTERPRETACIÓN
Existe la idea de un estilo de interpretación que se dedica a “excavar”, buscar dentro de la obra de arte un significado oculto, algo que subyace detrás de lo aparente.
Las luces –a medida que se abre el telón, cerrando el centro del escenario–,
se abren en ángulo para el público.
La misma no es un valor absoluto; puede llegar a ser un acto liberador, pero en otros contextos culturales puede llegar a ser reaccionaria, asfixiante.
A ningún público le hace falta el escenario. Es sabido que se basta
por sí mismo –el escenario, no el público–.
Esta segunda concepción liga a la interpretación con el empobrecimiento, con la reducción de la obra, su domesticación. La interpretación, en este caso, la haría manejable, maleable; una suerte de insatisfacción ante ella y un deseo de reemplazarla por otra cosa.
El sí mismo es símil a Algo o Alguien que Cuel – – en el paredón;
por ello muta en cada presentación amalgamándose con lo que crece
desde debajo de las butacas por efecto de la luz.
Debe entenderse el arte actual como una huida de la interpretación. Esto es: para evitar una interpretación nociva, el arte puede llegar a ser parodia o abstracto, decorativo, o bien directamente plantearse como no–arte.
Por la tristeza que implica amalgamarse –y la garra que impone–
debiese sonar un blues; solo blues; 7 acordes sin derivas.
O si las hubiese, que fuesen fusas
o semifusas –volviendo -.
Como ejemplo de esta huída puede citarse la obra de Jackson Pollock: grandes lienzos abstractos, sin composición de ningún tipo, donde los diferentes trazos se entrelazaban hasta formar una maraña densa que se iba creando en forma casi automática.
También podría apelarse al tercer movimiento de la coral;
pero se corre el riesgo de que nos pique y de pensar
la obra en términos de la Novena. Y nadie sabe
dónde terminan o comienzan los números,
ni por qué son numeradas las sinfonías.
Su técnica combinaba el movimiento de su cuerpo con el flujo de los materiales, la fuerza de gravedad y el lienzo. Era una mezcla de factores controlables e incontrolables: arrojar, salpicar, verter y gotear.
El canal de luz cenital –en el centro techo– debe ser blanco frío;
de manera tal que los paredones laterales, por detrás del cortinado
se vayan iluminando blanquecinos entre el azul de arriba y el rojo butaca.
Hablamos del intento de no tener contenido: éste no está presente, aquí no cabe ninguna interpretación. Un arte que privilegia lo espontáneo y se dirige hacia la experiencia misma, lo vital.
Punto de contacto: Las partes en cursiva pertenecen al texto “De las luces y la música que debiera…”, de Alejandra Kurchan (del libro Bocetos, sobre la praxis de una conjunción adversativa, Ediciones de Agua, 2019).
Hilvana: Sebastián González