No es mentira que Neuquén ha sido escrita como un sueño. Estas tierras nacen en el cruce de trazos que la narran en su origen. Grafías orales y escritas hace muchas lunas, hace siglos, entraman una encarnadura que la hacen propia y singular. Iniciamos un recorrido para desentrañar lecturas de lo posible de este territorio escrito en viento, en agua, por múltiples manos, por infinitas conciencias.
Capítulo 3: Miguel A. Camino: un silbido en la inmensidad[i]
Es un intelectual, un bohemio con clase.
Lee, viaja, conoce; está al tanto de lo que pasa en todos lados.
Vive algunos años en Barcelona y otros en París.
Habla varios idiomas.
En Buenos Aires frecuenta los sitios que hay que frecuentar y se relaciona con personalidades de la literatura, la música, el teatro, las artes plásticas…
En 1916 llega a San Martín de los Andes y se queda ocho años.
Escribe.
(…) Con ese tu silbido,
Lisandro, ¿te acuerdas?
marchabas de niño a los cerros;
y en sus soledades,
con cabras y piedras,
pasabas silbando, silbando,
las horas enteras.
(…)
Con ese tu silbido que me desespera,
te vi, ya hombre, en busca ‘e cariño
llegar a mi puerta.
Con ese tu silbido
te vi alejarte dejándome sola
y llena ‘e vergüenza.
Con ese tu silbido, te vi ayer tarde
llegar por la güeya, trayendo a nuestro hijo
cruzado en la cruz de tu bayo
como una maleta (…)
Uno puede oír ese silbido.
Un spaghetti western en medio de la inmensidad;
un registro sonoro que es una marca,
un aviso.
(…) Le mataron un hijo a Lisandro, en una pelea.
(Hay quien dice que fue el Comisario,
a causa de un’hembra).
Y después de enterrar a su gurí,
juntito a su vieja,
y afilar como luz un cuchillo,
por saber si es verdad lo que cuentan,
sin siquiera volcar una lágrima,
sin siquiera volver la cabeza,
al tranquito, montado en su bayo,
del palenque, hacia el pueblo, silbando,
silbando entre dientes, se aleja (…)
Esa mueca en el rostro del paisano:
el acero marca una y otra vez el abdomen
y el cuerpo se desploma.
(…) Parece que en cuanto aquel día
silbando, silbando entre dientes,
al pueblo llegara, y supo la cosa cual fuera,
sin decir una sola palabra pilló al Comisario,
cobrole su cuenta, asestándole en medio ‘e la guata
una puñalada por cada legua,
que llevando el cadáver del hijo
Lisandro anduviera…
Y la gente baqueana calcula
que del rancho ‘e Lisandro hasta el pueblo,
hay… dieciocho legüitas, apenas.[1]
En la Patagonia escribirá sus Chacayaleras, registro de su paso por la región,
de su visión del paisaje y las costumbres de la zona.
Vivió al pie del cerro Torta, fue periodista,
agitador de la actividad cultural, uno de los fundadores de la Biblioteca Popular
y de varias instituciones comunales.
Y como letrista, bueno: sus canciones fueron grabadas por Carlos Gardel, María Elena Walsh, Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa y Atahualpa Yupanqui, entre otros.
Un intelectual, sí.
Un bohemio con clase.
ENLACE:
CARLOS GARDEL (“Mentías”)
[1] Camino, Miguel Andrés. Nuevas chacayaleras, ed. D. Agrelo, 1923.
[i] El tiempo que vivió en San Martín de los Andes bastó para que se enamore del terruño. Miguel Andrés Camino, nacido en 1877 de madre francesa y padre español, vivió también en Barcelona y París. Pero sus obras más conocidas se inspiran en la vida y el paisaje cordilleranos: “Chaquiras” y “Chacayaleras”, que impactan por la sencillez con la que aborda el universo popular.